viernes, 17 de febrero de 2012

DEBEMOS OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES

“El veneno de todas las perversiones del espíritu moderno es el liberalismo tantísimas veces condenado por los Papas con los términos más enérgicos. Los que deseen expurgar su espíritu de este ambiente y preservarse de él, lean atentamente los buenos libros en los cuales se respira aquel buen aire saludable del cristianismo, y en especial entre ellos “la ilusión liberal” de Louis Veuillot” (Mons. Marcel Le Fefebvre). Este libro del gran polemista católico, amigo de Donoso Cortés, es de 1866. Es probablemente la más perfecta refutación del liberalismo que se haya escrito. Veuillot lo ha visto todo, lo ha entendido todo. Reproducimos a continuación el capitulo XXI del libro.

La primera palabra de mayor libertad que haya sido pronunciada por una boca mortal, el primer acto de mayor libertad que el género humano haya visto ejecutar, fue cuando dos pobres judíos, los apóstoles Pedro y Juan, proclamaron el deber de obedecer a Dios antes que a los hombres, y continuaron difundiendo la enseñanza que el error y la persecución, bajo mascaras de justicia y de prudencia, querían suprimir. (Hechos de los Apóstoles, IV, 19-20) Quien sigue este ejemplo es libre, libre de falsos juicios, libre de falsas prudencias; entra en la ciudad impenetrable; su pensamiento, librado de los bajos terrores, es substraído al imperio de la muerte; pone a cubierto de la esclavitud a todos aquellos a quienes puede persuadir.

Pero es necesario observar dos cosas.

Primeramente, es te acto de libertad que hacen los apóstoles con respecto a las potencias de la tierra, es al mismo tiempo un gran homenaje de sumisión que hacen con respecto a Dios, y ellos no son tan fuertes contra el mundo sino porque obedecen a Dios.

En un discurso pronunciado en el congreso de Malinas, discurso elocuente, muy celebre entre los católicos liberales, se hace remontar la libertad de conciencia a este primero famoso NON POSSUMUS, se dice que allí fue creada y promulgada. Todo lo contrario, según la justa nota de un publicista inglés
(1), es ese día, es por ese NON POSSUMUS que la conciencia humana conoce y acepta el freno de una ley inmutable. No era un principio de libertad liberal que San Pedro evocaba: proclamaba el deber imperecedero, irrevocable, impuesto por Dios que le obligaba a predicar la Revelación. El no anunciaba pues al mundo la emancipación liberal de la conciencia: El, por el contrario, cargaba la conciencia con el glorioso peso de dar testimonio de la verdad; él la emancipaba de los hombres, no de Dios. Podía pedir a los paganos, de parte de Dios, la libertad para los cristianos; el no daba ciertamente ni soñaba dar a los cristianos licencia para elevar el error al nivel de la verdad, de manera que ellos debiesen un día tratar de igual a igual, y que la verdad considerara al error como soberano de derecho divino en tal lugar, con tal que fuese ella misma tolerada o soberana en otro lugar. ¿Y qué respuestas sabría dar entonces esta verdad humillada y diminuida a los sofismas sin número del error? (2)
En segundo lugar, esta liberadora, esta verdad única, la Iglesia sola tiene la misión de enseñarla y ella no persuade de ello más que a las almas llenas de Jesucristo.

Donde Jesucristo no es conocido, el hombre obedece al hombre y le obedece absolutamente; donde el conocimiento de Jesucristo se borra, la verdad bajo, la libertad sufre un eclipse, la vieja tiranía recupera y extiende sus antiguas fronteras. Cuando la Iglesia no pueda enseñar a Jesucristo todo entero, cuando los pueblos no comprendan que es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres, cuando no se eleve la voz para confesar la verdad sin disfraz y sin disminución, entonces la libertad habrá abandonado la tierra. Entonces la historia humana estará cerca de su fin.

Sin embargo, en tanto quede un solo hombre de fe perfecta, aquél será libre del yugo universal, tendrá en sus manos su destino y el del mundo; el mundo no existirá más que para la santificación de este último. Y si este último también apostase, si él dijese al anticristo, no que él tienen razón en perseguir a Dios, sino solamente que le es permitido no emplear su fuerza para hacer reinar a Dios, esa sería su sentencia y la del mundo que pronunciaría el apostata. No dando ya la tierra a la verdad divina la confesión y la adoración que le es debida, Dios retirará su sol. Privado del contrapeso de la obediencia y de la oración, la blasfemia no subirá al cielo, pero parecerá enseguida. De suyo recaerá en el pozo del abismo.
Louis Veuillot

Traducido del francés: “L´illusion liberale”
Editorial DISMAS, Rue Arsene Matton, 19.
B-1302 –DION VALMONT (BELGICA)

(1) Las relaciones del Cristianismo con la Sociedad civil, por Edouard Lucas, discurso pronunciado en la Academia Católica de Londres, y publicado por Monseñor Manning.

(2) “Condenamos aquella opinión errónea, en extremo perniciosa a la Iglesia Católica y a la salud de las almas, llamada por Gregorio XVI, nuestro predecesor de f.m., locura, esto es que “la libertad de conciencias y de cultos es un derecho propio de cada hombre, que todo Estado bien constituido debe proclamar y garantizar como ley fundamental”. Pío IX, Cuanta Cura, 8 dic. 1864. Así lo enseño la Iglesia hasta el VaticanoII.


Nota:
Este texto merece ser leído una y otra vez. ¿No es acaso una profecía delo que pasa hoy día, y la más hermosa justificación de la actitud de todos los católicos que rechazan todavía “la ilusión liberal” de la iglesia postconciliar? Pío IX llego llego a decir de esta libro que expresa perfectamente y en todo sus propias ideas, León XIII llamo a Louis Veuillot “un Padre seglar de la Iglesia”. G.D.


Tomado de la Revista: Tradición Católica nº 27 - Abril 1987.