miércoles, 20 de junio de 2012

MILAGROS EUCARÍSTICOS - 3


EL DIOS-NIÑO EN LA HOSTIA SANTA

Había en Moncada, ciudad de la provincia de valencia, un sacerdote acosado de graves escrúpulos, y sobre todo, de un vivísimo temor de no haber sido ordenado válidamente, lo cual era causa de que fuese para  él muy penoso la celebración del augusto Sacrificio. A tal punto había llegado esta duda, que había tomado ya la determinación de presentarse al señor Arzobispo para que le ordenase de nuevo. Pero Dios nuestro Señor, que atendía a sus continuas lágrimas y sacrificios, quiso librarle de este temor por medio de un hecho extraordinario.

Acaeció que a las tres misas que celebró aquel sacerdote el día de Navidad, asistió una campesina de costumbres sencillas, con una hija suya de cinco años. Después de consagrarla la Hostia, Jesucristo, que se complace en la inocencia, quiso dejarse ver de aquella niña, la cual vió en la sagrada Forma a un Niño bellísimo y exclamó:

-¡Oh madre qué niño tan hermoso que veo! ¡Oh!, que es hermoso! ¡Mírelo, madre, qué bello es!  

Y mientras aquella niña se extasiaba de gozo, la madre nada veía; así lo quería Dios. La visión duró hasta que el sacerdote sumió la Hostia consagrada, y lo mismo se repitió durante la segunda y la tercera Misa.

Al divulgarse por todas partes esa maravilla, llegó a conocimiento del párroco, el cual llamó a la privilegiada niña y quiso oír de sus labios la narración del hecho. Acudió efectivamente la pequeña, y refirió, con natural y encantadora sencillez, lo que había visto, con gran contento del sacerdote, que dio por ello gracias a Dios, y pidió a aquella buena aldeana que volviese con su hija a oír su Misa. Así lo hicieron, y nuevamente se repitió la milagrosa visión.

Pero no quedó del todo tranquilo aquel sacerdote escrupuloso, porque es cosa sabida que es propio de los escrupulosos no dar fe a lo que a ellos hace referencia. Por esta causa, quiso hacer otra prueba. Tomo un día tres hostias de igual tamaño, consagró dos y, después de la comunión puso la que estaba consagrada al lado de la que no lo estaba, y, presentándolas a la niña dijo:

-¿Ves aquí al divino Niño Jesús?

Y ella, señalando con el dedo la Hostia que estaba consagrada, respondió sonriendo de alegría:

-En ésta, si, en la otra, no –añadiendo-: ¡Qué hermoso es! ¡Miradle, que bello!

No pudiendo resistir el sacerdote a tanta evidencia, colocó la Hostia consagrada en el sagrario, bendijo al Señor que se había dignado librarle de aquellas dudas, y repitió con el corazón lleno de gozo y gratitud, las palabras del viejo Simeón: Nunc dimitis servum tuum. Domine, secundum verbum tuum in pace. Habéis dejado, ¡Oh señor!, a vuestro siervo en paz, según vuestra palabra. 

(Hablan de este prodigio: Oroico Raynaldi, Anales eclésiasticos. - Juan Berni, Vida de la penitetísima Inés de Moncada).

P. Zacarias de LLorens O.F.M.
Flores Eucarísticas

No hay comentarios:

Publicar un comentario