miércoles, 18 de julio de 2012

18 DE JULIO DE 1936


La lucha por la existencia que va a emprender España será legítima y Santa. A su lado está la fuerza incorruptible del pensamiento civilizador y cristiano, para confortarle en la vacilación si la hubiera. “El régimen tiránico – dice Santo Tomás- no es régimen justo, y, por tanto, la eliminación de tal régimen no tiene carácter de sedición, antes al contrario el verdadero sedicioso es el tirano.” Y Suárez, nuestro gran Doctor eximio, hablando aún del poder legítimo en su origen, pero tiránico en su ejercicio, afirma: “Toda la nación podría alzarse en armas contra tal tirano, sin ser propiamente sediciosa.”

Esta misma doctrina de los Padres de la Iglesia ha sido enseñada también por los Sumos Pontífices en tiempos modernos, “Cuando tiranice o amenace un gobierno que tenga a la nación injustamente oprimida, es justo procurar al Estado otra organización, con la cual se pueda obrar libremente”, dijo Leon XIII en su Encíclica Libertas. Y Pio XI, en su Encíclica Firmissimam, sobre Mejico:”Vosotros, Venerables Hermanos, habéis recordado a Vuestros hijos más de una vez que la Iglesia fomenta la paz y el orden, aun a costa de graves sacrificos, y que condena toda insurrección violenta que sea injusta contra los poderes constituidos. Por otra parte, Vosotros también habéis afirmado que, cuando llegase el caso de que esos poderes constituidos se levantasen contra la justicia y la verdad hasta destruir aun los fundamentos mismos de la autoridad, no se ve como se podría condenar entonces el que los ciudadanos se unieran para defender la nación y defenderse a sí mismos con medios lícitos y adecuados contra los que se valen del poder público para arrastrarla a la ruina.”

“Si fuese verdad -dice, en fin, el inmortal Balmes- que se debe obediencia a todo Gobierno establecido aunque sea ilegítimo, quedarían legitimadas todas las usurpaciones, condenadas las resistencias más heróicas de los pueblos”

También en el orden moral alcanzan las obligaciones que la ley constitutiva del Ejército prescribe en el artículo segundo, cuando dice que le incumbe la defensa de la Patria contra los enemigos del exterior y del interior. España sufre una invasión de bárbaros, y las escasas fuerzas militares no contaminadas se disponen a realizar la gran tarea de rechazarlas.