miércoles, 3 de septiembre de 2014

LA MEJOR BANDERA LA CRUZ - XI


XI 
Aparición de la Cruz en tiempo de 
Constantino Coprónimo 

Cedreno refiere en su Compendio de la historia, que corriendo el tercer año (744) del imperio de Constantino Coprónimo, apareció en el cielo una Cruz hacia el Norte. Añade que durante una parte del sexto año del mismo reinado, los vestidos de los hombres y los ornamentos de las Iglesias aparecían súbitamente marcados de Cruces, que parecían pintadas al óleo, sin que pudiera, comprenderse cómo se imprimían. Al primer suceso siguió una peste, y al segundo acompañó otra tan mortífera, que devastó gran parte del imperio y dejó desierta la ciudad de Constantinopla. 

Teodoro Studita pinta este terrible azote con los más negros colores, ocupándose igualmente de las milagrosas Cruces. 

«Habiendo la cólera del cielo, dice, descargado en esta época sobre el mundo con un peso formidable, no puedo menos de consagrar dos palabras al caso. El castigo, semejante a las plagas de Egipto, no se localizó en algunas ciudades ni provincias; se extendió por todas partes e hirió principalmente la capital del imperio, la infortunada Bizancio... Cruces de un color azul celeste aparecían súbitamente impresas en los vestidos y trazadas con tal regularidad, que hubieran parecido obra del más hábil artista, a no saber que las imprimía la mano de Dios. 

»Los desgraciados que, a veces sin darse cuenta, eran marcados por estas señales, morían casi repentinamente; muchos que por la mañana conducían los cadáveres al cementerio, por la tarde eran ellos conducidos con otros, pues en un solo féretro iban muchos cadáveres juntos; las acémilas arrastraban carros llenos de muertos, y nunca llegaba el último carro. Ayes fúnebres y gritos lamentables se oían por doquiera; no había suficientes brazos para levantar y enterrar los muertos. Las casas quedaban vacías, los pueblos sin moradores; en el espacio de dos meses, Constantinopla, poco antes tan populosa y bulliciosa, quedó muda y deshabitada». 

Los católicos atribuyeron este terrible azote a las impiedades de los iconoclastas, y especialmente a las de Constantino Coprónimo, que hacia a la Cruz una guerra encarnizada, y cuyo mote griego de Coprónimo recordaba su inmundicia de cuando recibió el bautismo, pues manchó con sus excrementos la sagrada pila. 

El hecho de aquella epidemia es tan auténtico, que no hay medio de ponerlo en duda; y en cuanto a la impresión de las Cruces sobre los destinados a ser víctimas, imposible es explicarlo sin la intervención directa de la Divinidad airada. Si las marcas hubieran sido en la piel, quizá pudiera creerse que eran meros síntomas de una enfermedad fulminante; pero siendo en los vestidos, ¿quién podrá explicar naturalmente el fenómeno? Sabemos que la lepra atacaba a veces las casas y los vestidos de los judíos; mas esto no explica naturalmente lo otro, pues nadie, en el estado actual de nuestros acontecimientos, podrá demostrar que esta particularidad provenía de causas naturales. A idénticas observaciones se prestan otros acontecimientos que vamos a referir.

APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA 
P. José Domingo María Corbató 
Biblioteca Españolista 
Valencia-Año 1904